Opinión | 'Desde su creación, el sistema democrático que diseñó el movimiento sionista socialista que formó el Estado, ha sido uno de los más estables de Occidente', escribe Gabriel_msod
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.Israel es la única democracia en Medio Oriente. Como toda democracia tiene fallas, en particular con respecto a la minoría árabe que constituye el 20 por ciento del país. Sin embargo, desde su creación, el sistema democrático que diseñó el movimiento sionista socialista que formó el Estado, ha sido uno de los más estables de Occidente.
Netanyahu, a pesar de declararse derechista, siempre incluyó a partidos de centro y centro izquierda en sus coaliciones. Cada vez que Estados Unidos lo presionó para iniciar de nuevo el proceso de paz o dejar de construir asentamientos, usó a estos partidos como chivo expiatorio, culpándolos de detener su política derechista. Es por esto que el status quo de los Acuerdos de Oslo se mantuvo. Esta vez es distinto.
Los retos a la democracia son varios y feroces. En un acto inverosímil, Netanyahu ha aceptado dividir el Ministerio de Defensa y otorgar el control de los territorios ocupados al partido que representa a los colonos israelíes. Entre sus reformas judiciales destaca una nueva ley para que el Congreso pueda cancelar decisiones de la Suprema Corte de Justicia, prácticamente eliminando la división de poderes.
El futuro de Israel es complicado: la ocupación que es cada día más irreversible; la minoría árabe dentro del país que se vuelve un grupo aún más marginado; y el crecimiento exponencial de una nueva generación de judíos ortodoxos sin educación básica, tendencia que debilitara fuertemente la economía israelí.