Reportaje | Para Moscú se trató de “terrorismo”. Según Ucrania y Polonia, fue montado por Rusia para desacreditar a sus rivales. Lo único seguro es que las explosiones en los gasoductos Nord Stream 1 y 2 no fueron accidentales | Por Anne Marie Mergier
Hasta ahí llega la unanimidad.
Se estima que la construcción de ambos gasoductos costó alrededor de 17 mil millones de dólares, 51% de los cuales fueron asumidos por Gazprom, operadora rusa de Nord Stream 1 y 2.El 30 de septiembre Vladimir Putin hizo más explícito su discurso, previo a la firma de la anexión a Rusia de cuatro regiones orientales ucranianas: “Las sanciones no son suficientes para los anglosajones; han pasado a un sabotaje increíble.
Las investigaciones europeas, estadunidenses y rusas amenazan con ser complejas y sumamente polémicas. Empezó la construcción de esa obra sofisticada de mil 224 kilómetros –la mayor parte submarina– que cuenta con dos ramales paralelos inaugurados respectivamente en noviembre de 2011 y octubre de 2012. Nord Stream 1 permite el tránsito anual de 55 mil millones de metros cúbicos de gas entre la ciudad de Vyborg, vecina de San Petersburgo, y Greifswald en la región alemana de Mecklemburgo-Pomerania Occidental.
Pese a tensiones cada vez más fuertes en la región, en 2012 Gazprom y sus socios europeos coincidieron en la necesidad de construir un segundo gasoducto –Nord Stream 2– paralelo al primero, dotado también de dos ramales que permitirían un tránsito anual suplementario de 55 mil millones de metros cúbicos de gas entre Oust-Louga, a 200 kilómetros de San Petersburgo, y la misma ciudad alemana de Greifswald. Y ahí empezaron los problemas.
Es por el mismo motivo que Washington emprendió su cruzada contra Nord Stream 2. La Casa Blanca expresó, además, de manera cada vez más abierta y agresiva, su temor de que el nuevo gasoducto aumentara la dependencia energética de Europa en relación con Rusia y socavara el efecto de las sanciones que multiplica contra el Kremlin desde la anexión de Crimea.
Estados Unidos no tardó en reanudar las hostilidades, aprovechando divisiones internas de la Unión Europea. Apoyada esencialmente por Polonia, Estonia, Lituania y Dinamarca, la Casa Blanca esgrimió la amenaza de “aranceles implacables” para obligar a la Unión Europea a abrir ampliamente su mercado al GNL estadunidense –“el gas de la libertad”, según Trump– a expensas del “gas totalitario” de Rusia.
Por si eso fuera poco, en julio de 2020 el gobierno de Trump sacó de nuevo a relucir la CAATSA de 2017, que amenazaba con impedir el acceso al sistema del dólar a empresas y ciudadanos de Alemania que participaran de una forma u otra en el proyecto del gasoducto. Llegó Joe Biden a la Casa Blanca ese mismo enero de 2021. Tan opuesto al gasoducto como Trump, el flamante presidente se mostró más diplomático que su antecesor. En realidad, su prioridad era revitalizar las muy degradadas relaciones bilaterales con Alemania.
Exministro de Finanzas de Merkel, Scholz fue favorable al gasoducto, no así parte de su gobierno de coalición, cuyos ministros ecologistas, entre otros, se opusieron al proyecto desde su inicio.